BAD BOYS FOR LIFE


Las décadas de los ’80 y los ’90 fueron la etapa dorada de las comedias de acción policiacas. Este tipo de películas contribuyeron a encumbrar a muchas de las grandes estrellas del cine blockbuster del último cuarto de siglo XX, como Eddie Murphy (Superdetective en Hollywood) o Bruce Willis (Jungla de cristal), por poner algún ejemplo. Especialmente exitosa resultó la fórmula de mezclar este género policial con toques de comedia y las llamadas buddy films (películas basadas en la amistad de sus dos protagonistas, normalmente masculinos). El cine de todos los tiempos está repleto de esas parejas de cine marcadas por cualidades tan cervantinas como la camaradería, la discordancia de personalidades o el humor: Abbott y Costello, Stan Laurel y Oliver Hardy, Paul Newman y Robert Redford, Jerry Lewis y Dean Martin o, quizás, la mejor de todas, Jack Lemmon y Walter Matthau. En esas décadas finales del XX, como decía, la combinación de buddy movies y cine policial también propició tremendos taquillazos: Tango y Cash (Sylvester Stallone y Kurt Russell), Asalto al tren del dinero (Wesley Snipes y Woody Harrelson), Apunta, dispara y corre (Billy Cristal y Gregory Hines), El principiante (Clint Eastwood y Charlie Sheen); también fructíferas franquicias como Arma letal (Mel Gibson y Danny Glover), Límite 48 horas (Nick Nolte y Eddie Murphy) y, como no, Bad boys (Will Smith y Martin Lawrence), traducida ridículamente en España como Dos policías rebeldes.

Auténticos pelotazos que abarrotaban las salas de cine y marcaron también la edad de oro de los videoclubs. Comercialmente hablando, yo creo que nunca más el cine ha vuelto a tener ese tirón de manera continuada (salvo en ocasiones puntuales).

En aquel momento propicio, Michael Bay dirigió las dos primeras entregas de Bad boys. Recuerdo haberlas visto en el cine, pasar un buen rato y divertirme bastante con las aventuras de estos dos carismáticos policías, amigos y residentes en Miami. Como todos los títulos mencionados anteriormente, era cine sin más pretensiones que el puro entretenimiento. Sabías a lo que ibas y, además, era una fórmula exitosa protagonizada por dos estrellas en alza en ese cine cómico y de acción que tanto pegaba en aquella época. Así que las preguntas que me hice al enterarme de esta tercera entrega, en un momento en el que ese tipo de cine está casi extinguido, fueron evidentes: ¿Hasta qué punto es un acierto rescatar la franquicia ¡17 años después!? ¿Seguirá funcionando el buddy film policial en pleno 2020? Tras ver la película, no tengo muy claras las respuestas. No creo que ese cine de los años ’80 y ’90 pueda volver; tampoco creo que la industria actual tenga suficiente creatividad para hacerlo sin recurrir a esto, a secuelas, reinicios o remakes. Aquel cine no era maravilloso, pero poseía una frescura (cierta inocencia, incluso) que hoy ya sería imposible conseguir.


En cualquier caso, lo cierto es que Bad boys for life funciona. Fui a verla en un arranque de nostalgia, con ánimo de ser complaciente, pero reconozco que me llevé una grata sorpresa. La química de Smith y Lawrence sigue siendo endiabladamente divertida. Los directores Billal Fallah y Adil El Arbi explotan la misma fórmula de Michael Bay y construyen un relato frenético, con mucho ritmo y buenas dosis de humor. Los dos actores están estupendos (especialmente Martin Lawrence, un cómico fantástico, injustamente olvidado en los últimos años). Pasa con ellos como cuando llevas muchos años sin ver a alguien con el que tuviste muchísima complicidad en el pasado: tras unos extraños primeros minutos, todo comienza a fluir con la familiaridad de antaño. Así que, no han hecho más que terminar los títulos de crédito iniciales y ya estás compartiendo aventuras con los buenos de Mike y Marcus, los chicos malos de siempre. Ya solo quedaba esperar que el guion (punto flaco de la mayoría de estas producciones) no estropease demasiado el reencuentro con esos viejos amigos. Y, aunque no es gran cosa, no está mal para una secuela de estas características. Como diría aquel: en peores guardias hemos hecho garita. En este caso recurrimos a la clásica venganza de familiares de un villano caído a manos de nuestros dos chicos en el pasado (vale, no es Shakespeare). Sea como fuere, entre chistes, ejecuciones, escenas de acción, alguna sorpresa dramática y un sorprendente secreto, se desarrolla esta trepidante y divertida entrega que hace honor a la franquicia hasta el punto de parecerme la mejor de las tres.

Película más que entretenida en la que Smith y Lawrence demuestran que siguen estando en forma y que no les queda grande, aún, el apodo de chicos malos para siempre. Eso sí, leo que ya están preparando una cuarta entrega para el año que viene y me pongo a temblar. Las preguntas vuelven a ser las mismas: ¿Es necesario? ¿No sería mejor dejarlo aquí, no vaya a ser que la fastidiemos al final? Ya veremos.

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Lo mejor: Martin Lawrence. Cada frase que pronuncia durante la película (y son muchas) resulta irresistiblemente divertida.

Lo peor: Que el guion no sea gran cosa, vale, es de esperar en este género. Pero el clásico enfrentamiento final entre los malos y los buenos es tan recurrente, que resulta algo decepcionante.

Gustará: A los de mi generación. Esos cuarentones que en los años ’80 hacíamos colas para ver un blockbuster en los cines abarrotados y que luego esperábamos, durante horas, la devolución de esos mismos títulos en el videoclub.

No gustará: A los que nunca fantasearon con ser Mike Lowrey, Axel Foley, Martin Riggs, Marion Cobretti o John McClane.

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CALIFICACIÓN: 



El gran impacto de la película, lógicamente, es la paternidad de Mike. Reconozco que es un giro interesante y uno de los mejores momentos de la película. Por cierto, en un género en el que los villanos son tan ridículamente arquetípicos, no está nada mal este, bien interpretado por Jacob Scipio, sin caer demasiado en los tics de psicópatas habituales. El avance de los títulos finales de crédito nos da una pista de por dónde pueden ir los tiros (nunca mejor dicho) en Bad boys IV: parece claro que el personaje de Lowrey Jr. tendrá continuidad; lo que me produciría ciertas reticencias si realmente me tomara demasiado en serio la saga, cosa que, afortunadamente, no hago.

Y el momento más dramático (tristemente esperado, todo hay que decirlo) es el del asesinato del capitán Howard (pedazo de actor Joe Pantoliano). Gran escena, narrada con mucho tino. Y a este personaje sí que se le echará de menos.


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