JUDY
Tenía expectativas diferentes antes de ver esta
película. Por una parte, me apetecía mucho comprobar hasta qué punto llegaba el
trabajo de Renée Zellweger, tras la gran cantidad de comentarios y críticas positivas que venía
leyendo y escuchando sobre ella desde los Globos de Oro. Por otro lado,
reconozco que no me entusiasmaba mucho la idea de ver un nuevo biopic sobre Judy Garland. Lo cierto es
que nunca fue una de mis actrices favoritas; además de que su atribulada vida la tengo muy
vista y leída ya. Sinceramente, no creía que esta nueva versión de Rupert Goold pudiera
aportar algo muy distinto a lo ya contado tantas y tantas veces: su explotación
infantil por los grandes estudios, sus problemas con el alcohol y las drogas,
su amor por unos hijos a los que no podía mantener, su muerte prematura y, en
definitiva, ese complicado contraste entre un inmenso talento y una devastadora
capacidad de autodestrucción (muy propio de otras grandes estrellas).
En cuanto a lo primero, el trabajo actoral de Renée Zellweger, no
puedo menos que estar de acuerdo con la aclamación general. Impresiona la
actriz texana transformándose por completo en Judy, asumiendo no solo el derruido físico de la Garland en su último año de vida, sino todos sus tics, sus gestos, su mortecina
ansiedad y su histriónica y errática (en muchas ocasiones) teatralidad sobre el
escenario. Incluso se atreve a interpretar ella misma las canciones más
emblemáticas de Judy, coronando así una interpretación fabulosa que seguramente le otorgará
su segundo Óscar, quince años después de Cold
Mountain (2003, Anthony Minghella). Es verdad que en ese momento de su vida, Judy
Garland ya no tenía esa prodigiosa voz de años antes, pero Renée demuestra que
es una estupenda cantante ajustándose perfectamente a ese registro menor de la Garland. Está de
diez.
En el otro apartado, en lo que tiene que ver con la
historia narrativa que desarrolla Goold en esta película, tampoco me he llevado ninguna sorpresa, aunque he de
reconocer que me ha resultado más entretenida de lo que esperaba. Es cierto que
recoge todos los aspectos clásicos de esa oscura biografía ya comentados antes,
los relativos a su deterioro físico, mental y profesional de esa última época
de su vida. El tratamiento que hace Goold es benévolo, retratándonos a una Judy
Garland que adora a sus hijos, hasta el punto de renunciar
a ellos para darles una vida que, en el fondo, ella entiende que no puede
ofrecerles. No escatima el director en repasar los momentos negros de la Judy artista en
esa última gira en Londres. La gente iba a verla porque no sabía lo que cada
noche les ofrecería: desde conciertos maravillosos a espectáculos lamentables,
incluso patéticos. Esa dualidad del artista genial y autolesivo está muy bien dibujado
en la película.
Pero, con diferencia, lo que más me ha gustado de esta
revisión de la icónica actriz del Hollywood más sórdido han sido los flashbacks
que incluye Goold para ilustrar precisamente ese aspecto menos glamouroso del mito: la
complicada infancia (o falta de ella más bien) de Judy
Garland. Para ello, recrea el director la grabación de la
película más emblemática de la niña actriz: El
mago de Oz (1939, Victor Fleming) y a lo largo de varios episodios y conversaciones de ese rodaje, Goold va reescribiendo
con cuentagotas la enfermiza y traumática relación de Judy con Louis B. Mayer, jefe
de estudios y fundador de la MGM, cuya biografía no tiene desperdicio: un
auténtico monstruo sin escrúpulos capaz de explotar, prostituir y jugar con la
salud mental y física de las estrellas que tenía bajo su yugo, aunque fueran
unos niños (como era el caso de Judy Garland cuando rodó El mago de Oz). En esos geniales flashbacks Goold va soltando terribles pildoritas que describen, no solo la espantosa manipulación
psicológica a la que Mayer sometía a Judy, sino que muestran sutilmente los abusos sexuales a los que fue sometida
por el ejecutivo. Todos esos flashbacks rodados sobre un escenario recreado de
la película de Victor Fleming son maravillosos. De hecho, los cinco primeros minutos de Judy, me parecen una delicia. Hacía tiempo que no veía un inicio tan
fantástico en una película. Por cierto, gran actuación también de la joven Judy, interpretada
por Darci Shaw. Y siguiendo con la ronda de alabanzas, también está estupenda Jessie Buckley, una
actriz que me cautivó el año pasado cuando la descubrí en la muy recomendable Wild Rose (2018, Tom Harper).
El contraste entre el colorido de ese mágico decorado
del camino de baldosas amarillas y las enormes flores rojas, y lo que acontecía
allí una vez que se apagaban las cámaras es tremendo. Y esa oposición consigue
transmitirla perfectamente el director. Para mí, junto la maravillosa
interpretación de Renée Zellweger, eso es lo mejor de la película: mostrarnos la suciedad que había detrás
del arco iris.
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Lo mejor: La tristeza que transmite Renée Zellweger tras cada sonrisa.
Lo peor: El personaje del novio-agente. Me parece insoportablemente aburrido.
Gustará: A los nostálgicos (como yo) de los decorados de los grandes estudios de
la MGM.
No gustará: A los lobbies machistas que odian al movimiento #MeToo.
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CALIFICACIÓN: 7.5
Es sabido que Judy
Garland siempre fue (sigue siendo) un icono gay y uno de
los personajes favoritos del activismo LGTBI en EEUU. En la película también se
desarrolla una divertida trama en ese sentido; es algo ingenua, pero funciona
por su simpatía y emotividad. También ese momento final en el que Judy se rompe al
cantar, quizás por última vez, Somewhere over
the rainbow y es acompañada por el público es muy hermoso.
Efectista, pero muy hermoso.
No se ofrece el final (esperado) de la desgraciada Judy, que fue
encontrada muerta en su habitación, tras haber ingerido una sobredosis de
barbitúricos para dormir. Y me gusta que Goold decidiera cerrar la película con esa última actuación, el beso que lanza
Judy al
público y un mensaje que, a pesar de su carácter autodestructivo, siempre dejó
entrever: “No me olvidéis. Prometédmelo”. Está claro que ese deseo sí ha sido
cumplido. Judy Garland, nos guste más o menos, es un personaje inolvidable de la historia del
cine.
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