EL HOMBRE INVISIBLE
La
fantasía narrativa de H.G. Wells dio
lugar a muchas adaptaciones cinematográficas; la mayoría fueron productos de serie B, pero destacan entre ellas un
par de buenas películas. La excelente El tiempo en sus manos (1960, George Pal) y una pequeña joya del cine
fantástico de los años 30 que creó uno de esos personajes icónicos e
inolvidables: ese tipo completamente vendado, cubierto con gabardina, gafas de
sol y sombrero. Me refiero, claro, a El hombre invisible (1933, James Whale). La historia es bien
conocida: el científico obsesionado con encontrar la fórmula de la
invisibilidad decide probar sobre él mismo su experimento; pero el éxito del
suero lleva aparejado también un efecto secundario que le hará perder el juicio
y cometer terribles actos. Es el tópico clásico del científico loco que es
castigado por atreverse a desafiar las leyes naturales.
Leigh Whannell se basa en ese
mismo esquema para su película, pero añadiéndole el escabroso tema del maltrato
machista. Y ese es el único aliciente de un remake totalmente fallido cuyo
resultado final es aún peor que el de la versión de Paul Verhoeven del año 2000: El hombre sin sombra. Ninguno de los
dos títulos se acerca mínimamente al clásico de Whale.
Y
eso que, la idea de Whannell parte
de una premisa interesante. Esta vez no asistimos al protagonismo del
científico, su evolución y su locura. No. El rol principal de la historia
descansa en el personaje de su novia (interpretada estupendamente, lo mejor de
la película, por la gran Elisabeth Moss).
Desde la primera escena asistimos a la horrible sensación de terror que vive
Cecilia, una mujer maltratada por el científico, que la tiene sometida y
encerrada en una verdadera jaula de oro. Ella consigue escapar de su
maltratador y, aparentemente él se suicida. Pero, desde ese momento, Cecilia
comenzará a sentir su presencia y a vivir experiencias terroríficas. No soy un
amante del cine de terror, ni muchísimo menos; pero reconozco que la idea no es
mala: convertir el clásico de H.G. Wells
en una historia de miedo y focalizar toda la narración en el personaje de la
víctima podría funcionar. ¿Por qué no lo hace? Por la cantidad de errores,
tópicos manidos e incongruencias en las que cae el torpe guion. Pasados esos
primeros minutos (trepidantes), asistimos a una transformación demasiado
previsible en una peli de miedo de serie
B como tantas, basada en los recursos de siempre: efectos sonoros
estridentes, planos oscuros, sustos trillados y alguna que otra escena
sangrienta que roza lo absurdo. Desaparece totalmente la tensión inicio, y el
interés del suspense recae ya únicamente en la impresionante gestualidad de una
espléndida Elisabeth Moss que,
repito, es lo único reseñable de la película.
A
mitad de la historia, poco o nada me interesa ya la historia de Cecilia.
Adivinar lo que va a ir pasando es un juego de niños (incluso las trampas y
sorpresas del guion son tan predecibles que no tiene mucho mérito ir
avanzándolas). Solo queda esperar si el final ofrece algún momento afortunado u
original. Y no. No pasa.
Producto
aburridísimo que puede que guste a los muy fans del cine de sustos. Yo, a
partir de la media hora o así, hubiera preferido convertirme en el espectador
invisible y largarme.
___________________
Lo mejor: la interpretación de Elisabeth Moss. Está muy por encima de la
película.
Lo peor: la falta absoluta de originalidad y algunos detalles casi bochornosos
que dejo para el spoiler.
Gustará: a los fans de Viernes 13 VIII,
IX, X… o engendros ridículos como Fredy contra Jason (no miro las fechas ni el nombre del
director por pura vergüenza ajena o porque, sinceramente, dudo si las dirigió
realmente alguien).
No gustará: a las personas visibles.
___________________
CALIFICACIÓN: 2
Está claro que en el cine de ciencia ficción tienen
que pasar cosas poco creíbles o directamente fantásticas, por supuesto. Pero lo
que no soporto es la torpeza en los detalles. Me puedo creer que un genio de la
ciencia construya un traje formado por decenas de cámaras que provoca una falsa
invisibilidad para el ojo humano. Pero lo que no me trago es que pueda andar a
sus anchas y meterse en la habitación o en la celda de Cecilia sin que nadie se
dé cuenta. No parece que un traje formado por lentes electromecánicas y cámaras
de vídeo sea precisamente silencioso.
La escena de la muerte de la hermana de Cecilia es
tan impactante (lo admito) como ridícula. ¿Realmente Adrian puede acercarse a
la mesa sin que nadie lo perciba, coger un cuchillo, cortarle el cuello a la
chica y ponerle rápidamente en la mano a Cecilia el arma para que todo el mundo
crea que ha sido esta la que lo ha hecho? Y todo en apenas unas décimas de
segundo…
Y el final. Dejando aparte que una chica totalmente
destruida psicológicamente, aterrorizada y destrozada por el cruel asesinato de
su hermana se convierta súbitamente en la Viuda Negra y sea capaz de elaborar
un plan para asesinar a Adrian y salir indemne de ello, la forma en la que lo
hace es completamente absurda y solo trata de buscar el efecto sorpresa en el
espectador. ¿De dónde saca el traje cuando va al baño? Se supone que la otra
vez que estuvo en la casa (por cierto, tardó medio segundo en hackear la
contraseña para entrar al laboratorio) lo escondió y ahora es capaz de cogerlo
y ponérselo en apenas un par de minutos. Y cómo no… la justicia poética. Le
corta el cuello a Adrian, sin que este pueda evitar que una fuerza invisible
sea capaz de levantarle la mano, girarle el cuchillo y pegar el corte. Todo,
por supuesto, delante de una fortuita cámara de vídeo que lo graba todo,
pareciendo un suicidio. En fin.
Es bastante mala. Por lo menos la de Paul
Verhoeven tenía algún toque de humor y ese puntito eróticofestivo de Kevin
Bacon comportándose como un adolescente invisible y salido.
Comentarios
Publicar un comentario