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TYLER RAKE

 
CALIFICACIÓN:  5.5 
 
Casi todo lo que rodea a esta película tiene un tufillo tremendo a blockbuster de serie B, de esos que reventaban las taquillas en los años 80 y que, después, tenían un exitoso recorrido en los videoclubs, en el estand de estrenos más deseados por el consumidor adolescente. Seguro que en esos años mozos me hubiera pasado horas y horas en el videoclub de mi barrio, esperando que alguien la devolviera para cazarla por fin. Qué buenos recuerdos. Hoy me parece una película hecha de material sobrante, de restos. Dirigida por un debutante (Sam Hargrave), escrita por uno de los aclamados hermanos Russo (en este caso, Joe) a partir de una historia escrita con su hermano, basada en un cómic, y con una fórmula recurrente en el cine de acción moderno: ritmo endiablado, estética de videojuego y diálogos más vistos que el tebeo (nunca mejor dicho). En definitiva, mucha violencia, cientos de muertos y pocas palabras, al más puro estilo John Wick.

Lo más destacable de esta producción es, sin duda, la participación de Chris Hemsworth, un excelente actor al que, me imagino, habrán liado los Russo para participar en esta aventura hipertrofiada, quizás con la intención de crear una franquicia que, sinceramente, no augura gran recorrido. Chris está bien y, lógicamente, da sobradamente la talla como héroe de acción; pero está para algo más, como ha demostrado en películas como Malos tiempos en el Royale (2018, Drew Goddard) o Rush (2013, Ron Howard). Además de haber encarnado al mejor personaje de toda la saga de Vengadores (junto al estupendo Tony Stark de Robert Downey Jr.), creo que Hemsworth lo tiene todo para ser el relevo de Stallone o Bruce Willis en el cine de acción. Pero, aun así, creo que es un actor con más recorrido (como lo eran ellos también).

No hay nada original en la historia. Tyler Rake es un exmarine convertido en un amargado mercenario especializado en extracciones (rescatar de una complicada situación a personas a cambio de dinero). Es una especie de Rambo a sueldo. En este caso tendrá que liberar a un adolescente, hijo de un narco de la mafia tailandesa al que un capo rival ha secuestrado. No hay más. Tanto da, porque la trama no es más que un pretexto de partida para el lucimiento de Chris Hemsworth, por un lado, y para la sucesión de espectaculares escenas de acción, por otro. Todo lo que un espectador haya podido ver antes en películas de este tipo, está también en Tyler Rake: el antihéroe suicida aplastado por su tragedia personal, la relación pseudo-paternal que surge entre el muchacho y el héroe, la amistad, la traición, los malos malísimos, los malos no tan malísimos, la venganza, el sacrifico, bla, bla, bla. Lo típico, vaya.


Con todo, es una película entretenida. Y lo es, básicamente, por la impresionante realización. No sé si Hargrave es un debutante con un especial talento en este tipo de escenas de acción o, realmente, la sombra de los Russo ha sido más alargada de lo que muestran los títulos de crédito. El caso es que la película es un puro espectáculo visual. No exagero si digo que Tyler Rake tiene, posiblemente, las mejores y más impactantes escenas de acción que he visto nunca en una película de este tipo. Con un manejo muy acertado de la cámara en mano, los planos en movimiento, los impactantes y larguísimos planos secuencia (muy bien trucados) y técnicas de lucha directamente inspiradas en las peleas de Jonh Wick, la película se convierte en un pasatiempo palomitero de primer nivel.

Lo malo es que es tan entretenida como absolutamente olvidable. No aporta nada más allá de esas dos horas de diversión. Y, oye, en estos tiempos de cuarentena, pues no viene mal distraerse un rato. En peores plazas hemos perdido la tarde.

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Lo mejor: Los planos secuencia de la persecución por las casas y callejuelas thailandesas, aunque trucados, son una maravilla técnica.

Lo peor: El personaje de Tyler Rike lo he visto mil veces ya. El clásico héroe destruido por una desgracia familiar y que busca la muerte en el alcohol y en misiones suicidas. Uno no espera a Shakespeare en este tipo de historias; pero un poco de originalidad no vendría mal.

Gustará: A los viciados de Fornite.

No gustará: A Loki.

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CALIFICACIÓN:  5.5  


El ambiguo final ha sido explicado por el propio Hargrave. El guion original de Russo terminaba con la muerte de Rake. Algo que, parece ser, no fue muy bien recibido en los primeros pases de preestreno en salas americanas. De ahí que decidieran incluir esa última escena en la que el chico emerge en la piscina y, al fondo, se aprecia una figura que el espectador identifica inmediatamente con Tyler. Parece que ya está confirmada una continuación de la película, aunque todavía no ha trascendido si se tratará de una secuela, con un Rake que ha sobrevivido al disparo en la yugular y a la caída al río (demostrando ser casi tan poderoso como el mismísimo Thor); o se tratará de una precuela, en la que nos contarán alguna otra misión de extracción.

Lo siento, pero ninguna de las dos opciones despierta ninguna expectación en un servidor.


HOGAR


Qué gran actor es Javier Gutiérrez y qué bien domina todos los registros actorales a los que se enfrenta, cómicos o dramáticos. A mí especialmente me gusta en este tipo de papeles, oscuros e incómodos, como el que interpreta en la última de los hermanos Pastor. Creo que estos personajes le sientan como un guante porque sabe sacarte todo el provecho al contraste entre su apariencia de hombre sencillo, incluso vulgar, y el tipo atormentado, perturbado o cruel que esconde esa falsa normalidad. El problema es que el flojo guion de Hogar no acompaña demasiado a la monstruosa (en todos los sentidos) interpretación de Gutiérrez.

Asistimos inicialmente a lo que parece un drama familiar, con elementos de crítica social sobre los prejuicios laborales en parados de mediana edad. Javier Muñoz (Javier Gutiérrez) ha sido un gran publicista, una referencia en el sector, pero se ha quedado sin trabajo y se ve obligado a renunciar a su alto tren de vida, abandonando su maravilloso piso barcelonés. Javier siente que ha decepcionado a su esposa y a su hijo y, por otra parte, no puede soportar el cambio de estatus social y la falta de oportunidades laborales. Y es en ese momento, transcurrido el primer tercio de la película, esta abandona las coordenadas costumbristas del realismo social, sorprendiendo con un asombroso giro. Javier comienza a obsesionarse con su antigua casa (el hogar perdido y deseado, auténtica metáfora de la película), visitándola cada mañana mientras los nuevos inquilinos están trabajando. Pero no se conformará solo con eso y, así, asistimos al desarrollo de una obsesión tan enfermiza como peligrosa (imposible no comparar a este Javier con el magnífico personaje que creara en 2002 Robin Williams para Retratos de una obsesión, de Mark Romanek; y no es la única película con la que tiene importantes semejanzas Hogar).


Es a raíz de esa transformación del protagonista donde se le empiezan a ver los hilos a un guion plagado de puntos débiles. En otra película reciente interpretada también por Gutiérrez (El autor, 2017, Manuel Martín Cuenca), asistimos a un proceso similar. Pero los acontecimientos que allí se describen están mucho mejor narrados que en Hogar. En esta última, los hermanos Pastor yerran el tiro cayendo en situaciones muy forzadas (algo absurdas, incluso) y en soluciones poco creíbles. Al final, me queda la sensación de un pastiche de clichés propios del género del thriller psicológico, estupendamente interpretado por un actor magnífico, pero que ya ha encarnado este mismo papel en otras producciones y que se parece demasiado al personaje de otros títulos. A Hogar le falta frescura, además de esos errores de bulto en algunos recursos argumentales que chirrían demasiado.

¿Merece la pena, por tanto? Sí. Aunque solo sea por ver a este genio de la interpretación que es Javier Gutiérrez. En realidad, la película orbita por completo en torno a él, omnipresente en cada plano. Es fascinante lo bien que refleja ese cambio entre el patetismo inicial y la enfermiza evolución posterior. Por momentos, la película se vuelve muy oscura, incómoda, perturbadora. Lástima que en la segunda mitad se pierda tanto en artificios de blockbuster que acaban sacándote algo de la historia. Maldita manía de algunos directores de emular lo malo del cine norteamericano.

Aun con esos errores, he disfrutado viendo Hogar. Me gusta mucho el simbolismo de la película en torno a la casa y el crudo mensaje que subyace en una historia de apariencias, envidia, codicia y pura maldad.

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Lo mejor: la metáfora del título en relación a la obsesión del personaje. Y, por supuesto, Javier Gutiérrez.

Lo peor: demasiados clichés y reminiscencias de otras películas.

Gustará: a los estudiantes de interpretación por poder asistir a una nueva masterclass de un actor que trabaja en perpetuo estado de gracia.

No gustará: a los fans de Mario Casas, me temo. Totalmente eclipsado.

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CALIFICACIÓN: 


Más que el retrato de un lunático, es el retrato de una sociedad enferma. Y en eso creo que aciertan absolutamente los hermanos Pastor. Es fantástica la metáfora final del hombre sin escrúpulos, del psicópata capaz de destruir a su propia familia y de asesinar a un hombre bueno, con tal de volver a ocupar el estatus social y económico que tanto ansía. La casa es el símbolo de ese estatus de poder. Y esa imagen de la última escena, con Javier admirando su nueva propiedad, mucho más lujosa, es el epílogo perfecto de su triunfo. Por fin ha usurpado la vida que tanto añoraba, aunque para ello haya tenido que destruir otras.

Afean el resultado final, como decía antes, esos recursos tramposos a los que recurre el guion en la segunda mitad de la película. A Javier todo le sale bien en su plan: el accidente fingido, el correo que manda a su propio amigo para inculparle después ante su mujer (es muy absurda esta parte), la pasmosa facilidad con la que logra conquistar a Lara, la pasividad del personaje de Mario Casas, todo el asunto del spray y la alergia al cacahuete (también muy cogido con hilos esto), etc. Esa arquitectura de thriller de serie B empequeñece el resultado final de la película.

Una pena, porque la historia tenía mimbres para hacer una película más redonda.